Tú eres la esperanza de nuestros pueblos

Publicamos aquí una carta que nos han hecho llegar las Clarisas Descalzas del Monasterio de Nuestra Señora de las Mercedes de Badajoz y que queremos compartir con todos vosotros:

«Muy queridos hermanos:
Una llamada en una puerta. Toc, toc, toc… Respondo a la pregunta: ¿Quién llama?, y a la vez digo: soy una monja de clausura, que espiritualmente estoy fuera de mi claustro-convento.

Ahora, paso a identificarme un poco: seguro que tu ignoras que soy una monja Clarisa, que vivo hace 36 años en un convento de Badajoz, en España, y deseo estar un ratito contigo para decirte que soy muy feliz; porque Cristo es la alegría y la esperanza de mi vida, de que el silencio y la paz me hacen ser libre, estando recluida voluntariamente.

¿Has pensado alguna vez en ser feliz, y dónde se encuentra la felicidad y la razón de nuestra existencia?
Mira lo que nos dice el salmista: “¿Que es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los Ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste las obras de tus manos, todo lo sometiste bajos sus pies».

Señor, Dios nuestro, ahora solo nos queda decirte: «¡Que admirable es tu nombre en toda la tierra!», como continúa el salmista.

Hombrecillo, ¿te has parado a pensar fijándote qué cosa tan grande: el que somos obras de sus manos? ¿No te ha llenado esto de una inmensa alegría y de gozo interior?

¡No me digas que estas vacío! Él nos dice: “Yo soy un surtidor de agua de vida eterna. El que venga a mí no tendrá más sed”. ¿Has descubierto la sed en tu vida? Te recuerdo que Cristo es el manantial que calma la sed de tu alma.
¿Aún dudas? Pues te invito a que pidamos juntos, a que aumente nuestra Fe, la que recibimos gratuitamente en el Bautismo, o a volverla a descubrir.

Quiero decirte que desde mi cenobio quiero ser luz de los que no ven y no creen, esperanza para los desorientados en la noche, consuelo de los enfermos, ayuda de los encarcelados, fortaleza para los tristes, desolados, desorientados y los que han perdido a sus seres queridos; más aún, ayuda para encontrar al que es la Luz, la Esperanza, el Consuelo, la Ayuda y la Fortaleza, esto es, Cristo. Pero lo más importante es que debo ser Amor para toda la humanidad, por mi entrega al Señor y a vosotros mis hermanos, por imitar a Jesús en su faceta orante, que se retiraba al Monte para orar a su Padre Dios, por todos nosotros, que, resucitado y sentado a la derecha del Padre, intercede por todos ante Él.

Siempre con nuestros brazos abiertos con nuestras intercesión por las necesidades de la humanidad. Las monjas de clausura en estos momentos de dolor nos encontramos maternalmente inclinadas sobre el agonizante, y le tendemos nuestras manos para que no se sienta solo y abatido, al no poder estar cerca su familia. Como Profetas que somos, deseamos decirles que se preparen para el encuentro con Cristo, con un acto de Fe, y que se abra a la misericordia de Dios, con un sincero arrepentimiento, para que Dios, les acoja en su seno maternal y que pongan la confianza y esperanza en Él, que todo lo puede.

Actualmente, el mundo está viviendo un Kairós, un tiempo de gracia del Señor, donde nos brinda la oportunidad de volver a Él, con gestos sencillos y concretos: como el descubrir el silencio, volver a orar con la sencillez de un niño, al rezar por los vivos y por nuestros difuntos, implorando a Dios su misericordia. Descubrir a los otros como un regalo y don precioso, para acercarme a él con el perdón y recuperar la amistad que habíamos perdido. A disfrutar en el hogar de nuestra vida familiar, cuidando y educando a los hijos. También el atender con esmero a nuestros mayores. Estar pendiente del otro, siendo más solidarios y caritativos. En una palabra: estamos dejando nuestro egocentrismo, y ahora comenzamos a ser más felices desde nuestra humildad y amor.

Quisiera recordarte que ahora se han terminado nuestras quejas continuas y estamos aprendiendo a ser agradecidos, por tanto y tanto como estamos experimentando a nuestro alrededor.

Habrás comprobado, Francisco y Clara (pon aquí tu nombre), que los templos están cerrados; pero que la Iglesia está ahora más abierta que nunca. No te olvides de agradecer al Papa Francisco su doctrina y la misericordia que nos está ofreciendo. La atención y desvelos de nuestros Prelados y sacerdotes que están dando su vida por su pueblo, con actos heroicos. Demos un aplauso a los Capellanes de Hospitales, que nos acompañan hasta el último momento y hasta llegar a contagiarse.

Agradecimiento a nuestros médicos, sanitarios, administrativos, científicos, farmacéuticos, servicios de urgencia de ambulancias, a los servicios funerarios, a los maestros, que siguen educando a sus alumnos por las redes sociales, a los políticos, a los cuerpos de seguridad nacional, a los taxistas, a los que están en los trasportes urbanos, a los camioneros, y a los que nos ofrecen los alimentos básicos, a las grandes empresas, a los que cuidan de nuestros mayores, en residencia, a los que prestan servicios de caridad domiciliaria, a los que donan lo mejor que tienen para colaboran con los que están prestando otros servicios…. ¿No ves en todos estos cómo camina Jesús entre nosotros? ¿Has descubierto en el silencio la brisa de Dios que nos acompaña?

Un microorganismo ha sido capaz de cambiar totalmente nuestras formas de vivir, a lo mejor frívolas y alejadas de nuestro Creador. Ahora aprovecho para hacerte reflexionar, y te pregunto: ¿Qué haremos cuando termine esta pandemia? ¿Seguirá nuestro corazón endurecido e insensible? ¿Has podido comprobar la metamorfosis que se ha realizado en nuestro interior?

Vosotros estáis en un confinado obligatorio, para el bien común, pero nosotras estamos libremente encerradas. Como has visto, somos libres y muy felices para hacer de las cosas ordinarias, extraordinarias, como lo vivió la doncella de Nazaret. ¡Quedaros en casa, y veréis cuantos valores vais a recuperar! Podría decirte muchas cosas; pero mejor será que Dios, hable en tu corazón. ¡Búscale en el silencio de tu corazón y le encontrarás!

Les dejo esta sencilla clave: cuando termine todo esto, usa menos el teléfono, y ve corriendo a la casa del que te necesita, o de tu familia, o amistad, y dile lo que les quieres, lo que has rezado por ellos, y que le has echado mucho de menos, después termina dándoles un abrazo, un beso, y les dices: aquí me tienes para lo que me necesites. ¿Te has fijado que ahora somos hijos pródigos que volvemos a la casa del Padre misericordioso?
¡Que delicia y que dulzura convivir todos unidos! Dios es la Esperanza de nuestras vidas que habíamos perdido y ahora la hemos recuperado.

Nosotras, comunidad contemplativa, deseamos ofrecer a toda la humanidad sufriente nuestra oración, y decirte que no pierdas la confianza y la esperanza en el Dios que se hace camino, y camina a nuestro lado. Dios te necesita. ¡Animo y adelante!

Sería bueno que todos nos contagiáramos más: de fe, esperanza y caridad, como fruto de esta pandemia de coronavirus.

Pidámoselo a Santa María la Virgen, que se mantuvo fiel, ante el sufrimiento, a los pies de la Cruz, donde estaba clavado su Hijo.

Ahora nuestro aplauso es para Dios, que es rico en misericordia y sale a nuestro encuentro».

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