¡Sacadnos de aquí!

Código de vestimenta: business casual informal”. A mi hijo se le saltaron los ojos de las órbitas. Él nunca había considerado un código de vestimenta que fuera más allá de pantalón corto o sandalias; quizás un chino y poco más.  Le expliqué que hubo una vez en la que la formalidad imperaba en los acontecimientos sociales y había que precisar el nivel de vestimenta requerido para cada celebración.

Este tema está resuelto en la vida de un cristiano. Especialmente, en lo tocante a la Vida Eterna.  En Mateo, 22, 11-13 se lee: “Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había puesto el traje de fiesta. Le dijo: Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas? El hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a sus servidores: Atenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes.” La cosa es seria, pero queda muy claro: estar cara a cara con Dios requiere mucha limpieza, purificación total y luz interior. ¿Cuántos de nosotros somos conscientes de esta realidad radical al hacer nuestros exámenes de conciencia? Porque, al final, nuestro destino no depende de nuestra opinión sobre el estado de nuestra alma, sino de la Mirada Divina a nuestro pobre espíritu y nuestra aceptación de su Misericordia.

De ahí surge la lógica aplastante de que deba existir un estado intermedio en el que las almas se preparan para estar a la altura de lo requerido en la Gloria Celestial, el disfrute de la Visión Beatífica.

 A lo largo de la historia de la Iglesia, la devoción por las almas del purgatorio ha ocupado un lugar central en la vida espiritual de los fieles. La frase “¡Sacadnos de aquí!” es un eco constante en los relatos místicos y testimonios de santos que han afirmado haber tenido contacto con esas almas que aún esperan la visión de Dios. No se trata de superstición ni de un motivo de temor, sino de un profundo acto de caridad espiritual que une los tres estados de la Iglesia: la militante (en la tierra), la purgante (en purificación en el Purgatorio) y la triunfante (en el cielo).

Entre los santos que recibieron revelaciones sobre el purgatorio, destaca santa Catalina de Génova. En su “Tratado del purgatorio” describe este estado no como un lugar de castigo, sino como una purificación interior impulsada por el amor. Según ella, las almas arden de deseo de unirse a Dios, y ese mismo amor que las consume es lo que las purifica. Pero también afirmaba que los sufrimientos son tan intensos que cualquier consuelo ofrecido por las oraciones de los vivos es un bálsamo de alivio.

Santa Gertrudis la Magna, por su parte, fue favorecida con revelaciones místicas en las que Cristo le mostró el valor inmenso de las oraciones por los difuntos. De ahí surge una de las más conocidas oraciones en favor de las almas del purgatorio, mediante la cual se implora el perdón divino por sus faltas. Según sus visiones, cada acto de intercesión, por humilde que parezca, se convierte en una corriente de luz que las acerca a la beatitud eterna

Aquí puedes recordar esta oración que le fue transmitida a esta santa con la promesa asociada de liberar mil almas del Purgatorio al rezarla.

San Pío de Pietrelcina, el padre Pío, también relató varias experiencias con almas del purgatorio que acudían a él pidiendo misas o plegarias. En una ocasión afirmó que una de las mayores obras de misericordia espiritual es rezar por quienes ya no pueden hacerlo por sí mismos. “Las almas del purgatorio confían en nosotros”, decía, “y el Señor escucha con alegría nuestras súplicas por ella”.

Otra figura relevante fue santa Faustina Kowalska. Su diario recoge visiones en las que el Señor le mostraba cómo las almas se purifican antes de entrar en el cielo, y cómo la oración y el sacrificio ofrecidos por los vivos aceleraban ese proceso. Sus notas reflejan un mismo mensaje repetido: el amor misericordioso de Dios se manifiesta también en la purificación, y los creyentes pueden cooperar con Él en esa obra redentora.

El Magisterio de la Iglesia, fiel a la enseñanza de los Padres y al testimonio de los santos, recuerda cada año durante el mes de noviembre —especialmente en la conmemoración de los Fieles Difuntos, pero viva constantemente— la importancia de orar, ofrecer indulgencias y participar en la Eucaristía por las almas del purgatorio. Las revelaciones privadas, aunque no obligan a la fe, coinciden en este punto esencial: las almas claman ayuda, y los vivos tenemos el poder de socorrerlas.

Así, la expresión “¡Sacadnos de aquí!” resume un clamor de amor y esperanza. En cada oración ofrecida, en cada misa aplicada y en cada obra de misericordia, el alma cristiana responde a esta llamada con caridad activa: no las olvida, las acompaña hasta que puedan contemplar a Dios cara a cara. 

En retorno por ese “favor” podremos rogar a esas almas llenas de agradecimiento por nuestra intercesión, que susciten decisiones y acciones de recta conciencia y alineadas con la Voluntad de Dios, en las decisiones diarias de nuestros políticos y gobernantes. 

 

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