El Génesis afirma que Dios hizo “las lumbreras del firmamento… para señalar las fiestas, los días y los años”. El tiempo queda así tejido con signos en el cielo, de modo que las estaciones, los ciclos y los ritmos de la historia se convierten en un lenguaje de Dios. No da igual que se sucedan. No es indiferente cuándo suceden las cosas: el Creador puso “marcas” en el calendario para hablarle a su pueblo y manifestar su Gloria. Las estrellas y los astros no dominan la libertad humana, pero sí pueden actuar como señales que descubren una iniciativa divina. No hay astrología que tenga origen divino, pero toda razón astronómica nos lleva a Dios.
La fiesta de la Epifanía ilumina este misterio. Unos “hombres sabios”, venidos de lejos y ajenos a Israel, saben leer una señal en el cielo que los rabinos y estudiosos de la Ley no descubren. En su libro “La Infancia de Jesús”, el entonces cardenal Ratzinger, subrayó que no se trató de un espectáculo mágico, sino de una luz que se dejó entender sólo por quien mantuvo abierta la razón a la búsqueda de la verdad. Él lo identificó con una supernova; otros estudiosos hablan de una serie inédita de conjunciones de estrellas y planetas, con nombres y significados propios otorgados por el Creador. Unos fenómenos naturales que anuncian a personas ajenas a la Alianza que algo muy serio está pasando -algo relacionado con un rey- y que los mueve a partir de viaje y a coincidir con otros extranjeros en su búsqueda.
Como reza el salmo 18: “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje”. La naturaleza misma se convierte en Escritura abierta para los que buscan a Dios con corazón sincero. Así, el tiempo y el cosmos colaboran con la Revelación y unos sabios se ponen en camino hasta encontrar al Niño y a su Madre.
La tradición ha dado nombre y rostro a esos sabios: Gaspar, Melchor y Baltasar. Sus nombres evocan a reyes venidos de oriente y de distintos pueblos, signo de que todas las culturas están llamadas a adorar al verdadero Rey. Gaspar es “guardián del tesoro”, Melchor es “rey de la luz” y Baltasar “Dios revela al rey”. También sus dones hablan: el oro reconoce a Cristo como Rey, el incienso lo confiesa como Dios, y la mirra anuncia su humanidad mortal, destinada al sufrimiento y a la sepultura. Cada regalo contiene una profesión de fe: ante un Niño aparentemente débil, estos hombres ofrecen lo mejor que tienen y, al mismo tiempo, se entregan ellos mismos.
Que Dios se manifieste así al mundo “al comienzo del año” no es un detalle menor. Pero, además, la liturgia abre el año con una fiesta dedicada a María, Madre de Dios. Por ella, Dios entra en el tiempo y se nos ofrece. Cada año nuevo puede ser de verdad una oportunidad de vida nueva, porque María nos vuelve a “dar” al Hijo como Madre que es, abriéndonos una puerta esperanzadora para acercarnos a Él.
Si los Magos ofrecieron oro, incienso y mirra, hoy se nos invita a ofrecerle al Niño el oro de nuestro trabajo y de esos pequeños tesoros propios a los que no queremos renunciar. El incienso de nuestra oración sencilla y hecha para alabar más que para pedir. Y la mirra de nuestros sufrimientos cotidianos, sin transformarlos en más cruces de lo que son y sin perder la esperanza. Los días más normales, con su peso y su aparente monotonía, los que pueden convertirse en ofrenda preciosa si se presentan, a los pies de la Virgen y de su Hijo al comienzo de un nuevo año. Aunque por la edad, la decepción, la costumbre o la desilusión, podamos llegar a considerar que toda sugerencia de ver cada día como especial, es puro artificio.
Sí, el año nuevo puede ser el comienzo de una vida nueva, porque cada día nuevo lo es. Siempre es buen momento para recomenzar, para convertirse, para redirigir nuestra alma hacia el Padre. Para ser hijos pródigos amados.
Pidamos de un modo especial para que los políticos por los que rezamos descubran esa nueva Vida que significa poner a Dios en el centro de todo. Puede que estén lejos de Él, pero los magos también lo estaban y supieron ser fieles a la Verdad.
Feliz Año Nuevo (y vida nueva) a todos.
Fechas más señaladas para agendar en el calendario:
- 1 de enero: Solemnidad de Santa María Madre de Dios
- 3 de enero: Santísimo Nombre de Jesús
- 6 de enero: Solemnidad de la Epifanía del Señor
- 7 de enero: San Raimundo de Peñafort
- 9 de enero: San Eulogio de Córdoba
- 12 de enero: Fiesta del Bautismo del Señor
- 17 de enero: San Antonio Abad- San Antón (padre del monacato y copatrono de los animales)
- 21 de enero: Santa Inés
- 22 de enero: San Vicente
- 23 de enero: San Ildefonso
- 24 de enero: San Francisco de Sales
- 25 de enero: Fiesta de la Conversión de San Pablo Apóstol
- 26 de enero: San Timoteo y San Tito
- 27 de enero: Santa Ángela de Mérici
- 28 de enero: Santo Tomás de Aquino
- 31 de enero: San Juan Bosco
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