Virgen María

Virgen María, Puerta del Cielo

El 15 de Agosto celebramos la fiesta de la Asunción, en cuerpo y alma, de la Virgen María a los Cielos al final de su vida terrena.

Es la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en honor a María. En este día celebramos todos los misterios de su vida, de su grandeza y de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

La Virgen María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, criatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios. Y conforme a este dogma, su cuerpo tampoco sufrió corrupción alguna antes de ser asunta a los Cielos.

El Catecismo nos señala

CIC 966: “Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte» (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.

CIC 969 “Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, ….. con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna […] Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (LG 62).

CIC 974: “La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su cuerpo”.

En palabras de San Juan Pablo II:

“En ella, elevada al cielo, se nos manifiesta el destino eterno que nos espera más allá del misterio de la muerte: un destino de felicidad plena en la gloria divina. Esta perspectiva sobrenatural sostiene nuestra peregrinación diaria. María es nuestra Maestra de vida. Contemplándola, comprendemos mejor el valor relativo de las grandezas terrenas y el pleno sentido de nuestra vocación cristiana”

“María, elevada al cielo, indica el camino hacia Dios, el camino del cielo, el camino de la vida ….. A las personas y a las naciones, la Reina del mundo les revela la fuerza del amor de Dios”

“La Asunción de María es un acontecimiento que nos afecta de cerca, precisamente porque todo hombre está destinado a morir. Pero la muerte no es la última palabra, pues, como nos asegura el misterio de la Asunción de la Virgen, se trata de un paso hacia la vida, al encuentro del Amor. Es un paso hacia la bienaventuranza celestial reservada a cuantos luchan por la verdad y la justicia y se esfuerzan por seguir a Cristo.”

 

El Papa Benedicto XVI se refirió a María con estas palabras: “Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está «dentro» de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como «madre» —así lo dijo el Señor—, a la que podemos dirigirnos en cada momento”.

En el Concilio Vaticano II se habla de María con la bellísima definición de  «estrella de esperanza cierta para el pueblo que todavía peregrina en la tierra». Miremos a María así, desde nuestra peregrinación en la tierra, desde nuestros caminos polvorientos o lodosos del mundo, desde nuestras tribulaciones concretas de la vida, como la esperanza cierta de la plenitud tras la muerte y con ello, como “puerta del Cielo”.

Dogma de la Asunción

Aunque desde los primeros tiempos de la Iglesia se enseñaba la Asunción de María, no es hasta el año 1950 que el Papa Pío XII lo definió como dogma.

En su Encíclica Munificentissimus Deus, escribió: “declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste.”

En ella, Pio XII, se cuidó muy bien de decir si llegó a morir o no antes de ser asunta al cielo, pues era una cuestión no definida hasta el momento.

Pero de lo que sí se tiene certeza es de que la Madre de Jesús fue glorificada en su cuerpo, nunca corrompido, al igual que su alma, y participa de la Pascua de su Hijo, asunta por el poder de Dios.

 

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Otras solemnidades del mes de AGOSTO son:

6 de agosto: La Transfiguración del Señor

10 de agosto: San Lorenzo màrtir

24 de agosto: San Bastolomé apostol

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